martes, 17 de marzo de 2009

¡¡ESTO NO ES UN CUENTO CHINO!!


*A la derecha, José, monje de Shaoling
practica diariamente sus ejercicios de Chikung camisa de hierro en el metro

*CAPITULO PRIMERO: "la presencia china"













*A la izquierda,Maribel y Marcos en el Polideportivo de Batalla del salado.





Como ya sabéis, todos los sábados quedamos una hora antes de la clase del San Saturio (a las 9:00) para entrenar la forma de 24 en el Polideportivo de Batalla del Salado, cerca de unos jardines que están pegaditos a éste último y que son muy agradables. Pues bien, el sábado antepasado, Sergio se puso indispuesto y cuando llegué a nuestro punto de reunión semanal, Maribel estaba ya calentando sola. Bueno, eso creía yo, que únicamente estábamos las dos, porque en la parte superior de los jardines, nuestra hermanita mayor permanecía bajo la atenta mirada de un individuo de origen asiático y de mediana edad – lo de la edad es un decir, pues todos sabemos que a esta gente resulta prácticamente imposible poder calcularles correctamente la edad; al margen del hecho de que, a pesar de mi corta edad, una va padeciendo ya de algo de presbicia -. Como la power es la power, se ha convertido en una auténtica artista marcial y tiene ojos hasta en el cogote, nuestra hermana si que se había percatado de aquella presencia china y me hizo una ligera señal para que servidora –que normalmente está en FU- se enterase, de una puñetera vez, de que no nos encontrábamos solas. Después de aquel pequeño detalle y como quien no quiere la cosa, porque el hecho de sentirnos observados empieza a ser ya una costumbre diaria en nuestras vidas de artista (tómese como ejemplo a Carmen, la china maestra de la tienda de frutos secos que hay enfrente del aula de Peñuelas, a la que normalmente, y con la excusa de sacar al nieto a tomar el aire fresco, le gusta hacer espionaje industrial al maestro), nosotras continuamos con lo nuestro: “que si crin hacia un lado, que si peinar para el otro, que si no cuento las nubes me hago un lio, ¡jobar con el pubú, la fuerza que hay que tener en las piernas!” Vamos, que al final logramos tener la secuencia entera hasta el primer pubú y, envalentonadas, decidimos hacer la forma completa y del tirón. En esto que Maribel, con ojo avizor, siempre pendiente de lo que acontece a su alrededor, detecta ciertos movimientos en el hombre de rasgos orientales, que nos alertan de que éste viene directito hacia nosotras, eso sí, con una sonrisa esbozada en su cara. A medida que el individuo de raza amarilla se iba acercando, su sonrisa se iba haciendo más y más grande. Cuando llegó hasta nosotras, saludó con la cabeza, como hacen los chinos normalmente y, en un lenguaje medio chino, medio español –bueno, más chino que español- nos dijo que el también practicaba Taichí pero que su estilo era el Chen (la forma de 42 movimientos en concreto). Ni corto ni perezoso, el tío se nos pone a hacer una pequeña demostración que nos deja perplejas -en ese momento, ambas nos acordamos de Sam y de aquella “extraña forma de 5 secciones de manos vacía” con la que nos obsequió al final del seminario de los 37 movimientos- y, acto seguido, clava su mirada en Maribel con una sonrisa todavía más grande que la que traía al principio. Le dice, medio en chino, medio en español, que “en China ha visto a muchos maestros, a mucha gente practicar la forma de 24 Yang, pero que jamás había observado a nadie ejecutarla con tanta brillantez y feeling como a ella. Que, en su país natal, la gente necesitaba practicarla con música para adquirir un ritmo y una continuidad, para conseguir un mayor sentimiento en las secuencias; pero que, sin duda, ella no necesitaba nada de eso, no tenía que ponerle música a sus movimientos porque ella misma era la música. Llevaba el taichí en su interior y eso, amigos míos, es muy difícil “.
Nos preguntó si entrenábamos aquí todos los sábados sobre esta hora y, con una cierta mirada pícara, le pidió permiso a Maribel para poder practicar la forma junto a nosotros. “Quería aprender directamente de nuestra hermanita mayor porque era la mejor forma de 24 yang que había visto hasta entonces”. Maestro, hermanitos, os podéis imaginar lo orgullosa que me sentí de nuestra hermana en ese momento.
Como aquella mañana la cosa iba, indudablemente, de “duelo de titanes”, nos inclinamos por poner el broche final con la Chen de 5 secciones –¡toma ya!, el tío chino, super-controlando Chen y nosotras más chulas que un ocho-. Bueno y ahora os preguntareis: ¿y qué dijo él? Pues…¡volvió a flipar!, le gustó un montón –sobre todo Maribel, claro-. Felicitó nuevamente a nuestra Hermanita Mayor e insistió en la idea de venir a entrenar con nosotros todos los sábados. Era periodista y había venido a trabajar por cinco años a un periódico chino cuya redacción estaba cerca del Polideportivo. Por lo visto, el hombre estuvo enfermo del corazón y su médico le había aconsejado que practicase taichí todos los días como terapia. Asintió con la cabeza, como saludan los chinos normalmente, y nos regaló otra de sus amables sonrisas mientras se despedía, mientras prometía reencontrarse con nosotras al sábado siguiente.



CAPITULO SEGUNDO: “el monje de Shaolin”

Y pasó la semana con su lunes, su martes, su miércoles……y nosotras haciendo porras, admitiendo apuestas de todo tipo: vendrá, no vendrá…. Servidora sabía que, a diferencia de los occidentales, los asiáticos no se comprometen a la ligera, sino que son de palabra; es decir, si van a venir, lo dicen y si no, pues se ahorran las molestias. Las medias tintas no existen para ellos.
Llego el sábado y allí estábamos los tres, “que si crin para arriba, que si el hui-yi –¿eih?- para abajo, que si coge la bola más amplia, ¡jobar con el pubú del revés!” cuando, de repente, allí estaba él, contemplándonos, declarándose fans incondicional de Maribel y de su taichí español; sacando fotos de forma compulsiva –al estilo de sus primos, los japoneses- con esa sonrisa permanentemente esbozada en su rostro.
Como ya existía una cierta confianza, habíamos estrechado incluso las manos e intercambiado números de teléfono y tarjetas, nos atrevimos a intimidar, un poquito más, preguntándole su nombre y pidiéndole permiso para sacarle algunas fotografías con el móvil. Se llamaba Marcos en español, en chino todavía no os lo puedo decir porque es muy difícil. Maribel le animó a que se uniese a nosotros, pero éste estaba todavía pachucho de una rodilla que tenía intención de operarse en Beging (única y exclusivamente para poder volver a entrenar taichí).
Esta semana, Marcos va a publicar un artículo sobre la escuela en su periódico; lo que no sabemos es lo que pondrá porque, naturalmente, estará en chino –a juzgar por el entusiasmo que muestra hacia nuestra hermana, seguro que pondrá cosas muyyyy buenas-. Nos ha prometido traer algunos ejemplares el sábado que viene así que, Maestro, hermanitos, ya nos encargaremos de distribuirlos rápidamente entre vosotros para que podáis echarles una ojeada.
De momento, como primicia os puedo asegurar que la pasión de Marcos por nuestra hermanita y su taichí ha despertado cierta rivalidad, e incluso celos, en José, el cual ha decidido convertirse en monje de Shaoling. Y después de haber recibido sus primeras clases particulares de Kung Fu con los propios monjes (a quienes pudimos ver el otro día en Teatro Gran Vía) ha comenzado a practicar sus ejercicios en el mismísimo metro. Como podréis comprobar en la foto, nada tiene que envidiar a los propios monjes, pues a pesar del bullicio y del continuo trasiego de la gente, José consigue que su chikung camisa de hierro le abstraiga de tal forma que le hace incluso levitar.



************CONTINUARÁ**************







4 comentarios:

Anónimo dijo...

Martita, la historia contada por ti queda de lo mas bonita.

Ya vez lo que una tiene que hacer para que José se interese por el Tai Chi. De momento él se decanta mas por el Kun Fu de los monjes de Shaolín porque como ya tiene la cabeza medio calva ya lleva un poco de camino ganado (por lo menos en la imagen). El caso es que, como podeís ver, no se le da mal. Ya veremos que ocurre cuando empiece a entrenar dándose golpes en la cabeza con la barra de hierro.

¡Mariconadas las justas!

Anónimo dijo...

¡¡¡Martita me encanta tu historia!!!
A mi no me extraña que el chino Marcos se haya fijado en nuestra hermana mayor, creo que siendo chino tienen mas valor sus apreciaciones, se supone que entiende algo mas que nosotros del tema.
En cuanto al Monje José, he sido testigo de su demostración y creo que promete…

Javier Laoshi dijo...

Muchas gracias por la histora, Marta, ya se te echaba de menos por la red. Una de nuestras invitadas esta semana es una mexicana que quizá venga a Madrid para las 5 secciones y Simon decía que le recordaba a ti porque es pequeñita, delgadita y modosita, pero al hacer la forma de parejas con ella es como una apisonadora...

Estoy deseando ver ese periódico lleno de dibujitos con vuestras fotos. Espero que me guardeis una copia para los anales de la escuela.

Y lo de Jose es una batalla perdida, sólo hay que ver como nos mira cuando sale a cenar con nostros después de un curso para saber que no tiene interés en arrimarse demasiado no le vayamos a lavar el cerebro para unirse a la secta.

Taichichuanero dijo...

Hola Maribel, Marta y compañia !!!

Muy bonita esta historia taichichuanera. Ahora solo falta que nuestro amigo Mar-cos se una a "la secta" como dice Javier. igual con tus enseñanzas, ni se tiene que operar la rodilla...

Ya nos enseñaréis el artículo. Tiene que ser la bomba ver una foto vuestra practicando y después todo en letras chinorris que no se entiende de na...

Un abrazo,


César.

(El retorno del Taichichuanero...)